La impresión 3D cada vez más se va incorporando en múltiples sectores, utilizándose desde la creación de proyectos de diseño para productos tecnológicos, como en el sector de la movilidad, hasta en el sector sanitario, incluso hasta en la construcción o en el sector alimentario, ya que hemos llegado al punto de poder imprimir comida con dichas impresoras, ningún sector se libra de las impresiones 3D. Como tecnología, la impresión 3D ha evolucionado desde sus orígenes.
Los comienzos de la impresión 3D no fueron muy exitosos, ya que los clientes no querían productos fabricados por esta y los productores querían que imprimiera artículos fuera de su alcance. Las primeras máquinas tenían un precio muy elevado y producían productos de plástico inacabados, bastos y baratos. Pero a medida que han pasado años y diversas inversiones, estas se han ido mejorando hasta llegar a las que conocemos hoy en día, capaces de hacer cualquier cosa.
La incorporación de esta tecnología innovadora de impresión 3D en las empresas, haya sido de forma permanente o en un determinado momento, ha otorgado beneficios industriales y nuevas capacidades de las que las sociedades pueden beneficiarse, ya que la intervención humana es mínima por lo tanto los costes se ven optimizados, obteniendo mayor eficiencia y productividad, y por tanto, mayor rentabilidad en un tiempo en el que resulta primordial incrementar la flexibilidad y adaptabilidad para la garantizar la supervivencia, sobretodo hoy en día con las circunstancias creadas por el COVID-19. La impresión 3D permite crear productos con un nivel de personalización muy elevado, lo que implica poder satisfacer a los consumidores de forma que se pueden compensar sus necesidades.